El otro cielo
Toco la ranura de tu boca,
en la hora exacta del deseo:
tus labios se deslizan bajo el cristal de las caricias.
No me basta decirte “te quiero”
en cualquier hora me pierdo en ti
en los sonidos que huyen sin retorno a mis entrañas,
en mis ruinas nada es cierto sólo mis olvidos,
olas desbordadas en tu mar te soy necesaria.
A la otra orilla de la vida voy llegando como peregrina
en una tarde donde se oscurece temprano
y las palabras son viento de agua
que caen como lluvia esparcida
en tu cuerpo extendido.
Yo ver la tarde
Llover la ropa vacía de mi vida
horas marcadas por un silencio azul,
agua gris atada por el tiempo
a otra vida puertas se deslizan: gotas de sol.
Llover otras palabras de locura
dejarlas salir desde el fondo de mi ser
bajo las ramas de los árboles desvanecidos.
Las tardes se fueron a una orilla de ti
a un rincón debajo de la vida,
ojos de hormigas separadas:
tu cárcel es mi presagio.
Eres enigma tapándose los labios.
árbol escondiendo la noche.
Can-da2
A María Rivera
No tengo corazón para las cosas
solo una oscura colección de nombres que olvide memorizar
recuerdo de cajas rotas el corazón de un hombre deseado,
baúles perdidos,
resbaladillas en el aire,
horas mal contadas apretando los can-da2
Como la medida exacta del miedo siento la vida como una falda de otoño
un camino de ciegos
desesperanzada búsqueda
No tengo corazón para hacer mi vida,
prefiero atarme a tu silencio diurno
en el mismo lugar de las cosas
olvidadas.
Y (sur (gentes))
Eres avenida y vagabunda del medio día,
mía: la puta de todos
Eres veneno que duele
te desviste la noche con las luces:
medida de todas las cosas
Tienes una languidez de piel amarga:
liberas las penas de una congoja
entristecida rompes el llanto en mi turbio remolino,
loca manía de estacionar los vaivenes
Te hiciste pequeña Inmortal
soñamos con el despertar
de tus libélulas atropellándonos la existencia
Vida y muerte todo confluye en ti
todo se mezcla como el arco iris,
luces sin pestañear, moribundos semejantes
sienten sus profundas heridas.
Así estás avenida a tu cintura:
siento tu enredadera de helicópteros
señales de televisión y celulares manoseando mi silueta
de mujer velada.
Golpeada como selva desértica
acompaño la vida de los espectaculares que te ahogan
furias acalambran tu paso de majestad afligida
Miro tu atardecer despeinado
niñas con el ombligo descubierto,
tiras de mis trenzas:
para no dejarme sentada en la banca
Somos desiguales
sigues perdiendo una noche,
una madrugada de ira
a dónde no sé me lleva la vida.
Lo semáforos te miran enrarecidos
en el duermevela
transportas pupilas
a la línea amarilla
de los usuarios del silencio.
Minerva Aguilar Temoltzin (1975) Es originaria de Tlaxcala, entre sus publicaciones cuenta con la plaquette Imágenes de luna en el espejo (1997), auspiciada por el ITC y el CONACULTA. Tiene publicado el libro Amor-Atados (2002), con el cual obtuvo el premio estatal de poesía “Dolores Castro” en el 2000, así como el libro En la piel de nadie (2005) publicado por el Instituto Tlaxcalteca de Cultura, el Gobierno del estado de Tlaxcala y el CONACULTA.
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